Ancestros lloran a Vicente Baldellou en la Cueva de Chaves

Vicente Baldellou in memorian

Regresé a la civilización ayer por la noche, después de estar varios días escondido en un hide en el río, haciendo fotos a animales (por cierto, me picó una araña en el cuello, me clavé grandes espinas en la palma de la mano, me hice un profundo corte en el dedo meñique y cuando llegué a casa me di cuenta de que tenía una garrapata justo donde me había picado la araña… pero conseguí ver a la nutria).

Allí me dieron la noticia de la muerte de Vicente Baldellou, arqueólogo y exdirector del Museo Arqueológico Provincial (lo fue durante cuarenta años). Él fue una de las tres personas (junto a Pilar Utrilla  y Lourdes Montes) cuyos textos e investigaciones en suelo oscense hicieron que me entusiasmase la arqueología. Lo conocí al poco, y acabé haciéndole fotografías para un periódico. Él y Pablo Ayuso, responsable también en el Museo y jubilado recientemente del mismo, me ayudaron a seleccionar los escasos restos cerámicos de la Edad del Bronce que poseían en una pequeña caja de cartón, en un almacén del Museo anexo a éste, para hacer algunas fotografías del libro de la Sierra de San Quílez (por cierto, ayer vi transformados estos restos cerámicos en joyas, por Laura, de La Planta Cactácea, y me encantaron, qué idea tan buena). Hace ahora casi dos años, en una fría mañana de invierno, quiso venir conmigo a la Sierra de San Quílez para que le enseñase el lugar en el que habían aparecido las piezas de industria lítica que le dije que había encontrado. Me da mucha rabia que no puedas ver el trabajo terminado, Vicente, ni las piezas en las vitrinas del Museo… (pero no te preocupes, que es Lourdes quien se encarga de todo, así que puedes estar tranquilo), aunque creo que me  alegro mucho más de que ahora seas un nómada prehistórico y el eterno guardián de la Cueva de Chaves.

Hasta la vista, y gracias por todo, hombre de Cromagnon, amigo.

(Posdata: me imagino que te han enterrado como en un típico enterramiento neolítico, sepultado por piedras, o arrojado a un río, o quemado y esparcido tus cenizas al viento. A mi  me gustaría que me enterrasen así, como hacían nuestros antepasados, incluso dejado el cuerpo en el campo y devorado por los buitres…pero mi madre me dice que no, que ni se me ocurra, que eso de los buitres es una asquerosidad).

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