De camino al comedero de Binaced con José Manuel Aguilera, su responsable, en febrero de este año, me comentaba que estaba harto de la fotografía de fauna; sin duda tiene que hacer frente a un sinfín de fotógrafos aficionados sin escrúpulos, que lo único que persiguen es llevarse la foto bonita a casa, y que colgarán en su perfil o web para vacilar a sus amigos. Y no puedo sino darle la razón, con tristeza, porque yo también he visto como profesional cómo este tipo de fotografía ha sido por algún tiempo invadida por un sector no profesional, que busca, como decía, imágenes espectaculares sin más pretensión, pues no se publican ni cumplen con el cometido al que está destinada en realidad la fotografía de fauna. No llegan al gran público en la mayoría de las veces, no ayudan a proteger espacios ni especies, además de cometer imprudencias medioambientales que pueden dañar a las especies a las que se va a fotografiar.
En la imagen aparece un águila real (Aquila chysaetos), que se presentó de imprevisto a comer restos de pollo. En el momento en que baja el Águila real, todos los demás comensales (milanos reales, ratoneros y algún aguilucho) abandonan la mesa.